#ElEstante: McFarland, sin límites
Existen dentro del arte cinematográfico una serie de subgéneros cuyo público específico se encuentra no entre quienes desean ver una buena película, sino entre quienes esperan escapar de la realidad durante un par de horas, sonreí, llorar un poco y al final sentirse mejor, con la certeza de que siempre hay esperanza. En el argot anglosajón, este tipo de películas se conocen como feel-good movies y, por sus características, es fácil que nos resulten entrañables, ayudándonos a empatizar con personas y situaciones que de otra forma sería más difícil hacerlo.
Un tipo clásico de feel good movies son las películas deportivas. La trama de éstas es repetitiva y llena de lugares comunes: una persona o un grupo se encuentran ante una situación de desventaja no siempre relacionada con el deporte en sí, sino del tipo más limitante: social, física, incluso política, y tendrán que salir avante de ella demostrando al mundo que los perdedores pueden triunfar y convertirse en leyendas.
Aunque conocemos la historia, necesitamos seguir viéndola, agregando a nuestro repertorio ejemplos que nos animen a seguir intentando cualquier actividad que nos suponga un reto.
Uno de mis ejemplos favoritos es “McFarland, sin límites”, cinta de la productora Disney dirigida por la neozelandesa Niki Caro, una de las responsables de Anne with an E, y directora de la desafortunada versión live action de Mulán.
“McFarland, sin límites” cuenta la historia de Jim White, un profesor de Educación física con problemas para controlar la ira quien, después de una serie de eventos relacionados con ello, es marginado del sistema educativo de élite y enviado a un pueblo chicano en California.
En la secundaria de McFarland, un pequeño y problemático centro escolar en el que la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades son evidentes, White conoce a un grupo de chicos que, acostumbrados al trabajo duro, poseen las características necesarias, pero no la disciplina, para correr en competencias de campo traviesa.
Pero participar en esas competencias es problemático, pues las exigencias del deporte alterarán la vida de los pobladores: sus costumbres, su trabajo, sus relaciones familiares; mientras que a White y su familia los enfrentará a una nueva cultura, y a la necesidad de replantearse sus prejuicios y sus miedos.
Y, por supuesto, está la historia de cada uno de los jóvenes que corren en los campos de almendras, en los sembradíos y después en las competencias, resignificando su fuerza física y expandiendo sus límites, pues el deporte no es sólo esfuerzo, sino aprendizaje de vida.
McFarland, sin límites está disponible en la plataforma Disney +
