Dialogar es una de las capacidades más importantes de los seres humanos. Aprender a hacerlo de manera correcta nos ayudará a tener relaciones sólidas, nutritivas y efectivas en todos los aspectos de nuestra vida, lo mismo en el ámbito laboral que en el escolar, en el personal o en el social, y por supuesto que esto incluye a la familia. Es una verdad obvia pero las familias que dialogan son las más exitosas, los hijos de ellas crecen conscientes del cariño, atentos a las reglas, y con una mayor capacidad de resolución de problemas.
Pero aprender a dialogar es todo un reto. No porque sea algo difícil, sino porque su relevancia implica que debemos poner especial atención a los procesos. Es decir, ser constantes e inteligentes, sabiendo que es importante diferenciar las edades y los contextos de nuestros hijos, rumbo a una crianza saludable y exitosa. En el siguiente texto te daremos algunos consejos para dialogar con tus hijos, sean niños pequeños o sean adolescentes.
¿Cómo aprender el diálogo con nuestros hijos pequeños?
La comunicación en la primera infancia de nuestros hijos es básicamente instintiva. Los pequeños no cuentan con un lenguaje vocálico, sino con una serie de señales y reacciones biológicas que, sin embargo, los padres entienden, no sin algunas dificultades iniciales: si el bebé quiere dormir, comer, o atención de parte de un adulto.
Poco a poco el idioma se va desarrollando y, con ello, el reto de no solo saberse entendido, sino de entenderse a sí mismo. Es por ello que el primer consejo es prestar atención a sus sentimientos y emociones. Antes de darle indicaciones o hablar con ellos es importante identificar su estado anímico, su disposición y sus intereses, para partir de un lugar en el que ellos nos entiendan.
En el caso de los niños pequeños, es importante además ser concretos en el lenguaje que utilizamos con ellos. Esto, porque los niños de esa edad tienen una capacidad de abstracción mucho menor que la de los adultos, lo que incluye una dificultad para comprender algunas ideas que nosotros damos por hecho, como la de lo bueno y lo malo. ¿Qué significa portarse mal, por ejemplo? Es mejor darle indicaciones concretas que pueda entender, como guardar sus juguetes o poner la ropa en el cesto.
Tratar de utilizar un lenguaje positivo. Esto no siempre va a ser posible, pero siempre será mejor decir sí a decir que no. Por ejemplo, “termina toda tu comida” o “no dejes comida”.
“Sé amable” es mejor que “no seas grosero”. Por supuesto el NO servirá a veces para poner límites claros en cosas importantes, pero es importante saber identificar las situaciones. Este punto también implica ser amable con los niños.
Estar, físicamente, a su nivel. Una estrategia muy eficaz para el diálogo es colocarnos de frente a ellos. A menudo tendremos que agacharnos para ello, pero el niño sabrá que le importamos y que lo que le decimos tiene importancia.
Consecuencias en lugar de amenazas y castigos. Tener la responsabilidad de cuidar a un niño implica tener paciencia y calma para explicarle las consecuencias de sus actos. Las consecuencias no son una forma de venganza y eso debe quedar claro. Toda sanción, por otro lado, debe estar encaminada a reparar su falta, lo que dotará de sentido sus actos.
¿Cómo dialogar con adolescentes?
Los principios básicos de la comunicación con niños son los mismos que con adolescentes, entendiendo la diferencia de sus edades y necesidades, es decir: respeto, atención, comprensión. Aún así podemos establecer algunos puntos indispensables que puedes tener en cuenta para que el diálogo con ellos sea productivo.
Sin embargo, ten en cuenta que los adolescentes se encuentran en una etapa de cambio y descubrimiento, por lo que pueden ser impredecibles y, más de una vez, pueden reaccionar de una forma negativa.
Escuchar con atención. Aunque se escribe fácil, escuchar con atención es una de las habilidades más difíciles de implementar. La escucha adecuada implica guardar silencio para entender los argumentos del adolescente, validarlos y, aunque no estemos de acuerdo, comprender los sentimientos de nuestro hijo.
Pregunte, sin ser insistente. Se trata de un arma de doble filo. Preguntar a un adolescente demostrará que le importan sus problemas y sus vivencias, pero insistir en ello puede incomodarlos. La clave es aprender a respetar sus silencios, pero dejar en claro que puede acercarse a nosotros. Una vez que él se abrió a contar algo, podemos profundizar con preguntas que traten sobre lo que él mismo nos ha dicho.
No acuses, no juzgues. El mundo adolescente es distinto al nuestro. A menudo estaremos tentados a dar juicios de valor negativos sobre sus gustos, intereses u opiniones, pero hay que evitarlo, pues ello pondrá un límite indeseable entre los adultos y los jóvenes. Hay que ser respetuoso con los intereses de nuestros hijos. Esto no quiere decir que no podemos dar opiniones, o consejos, pero hay que ser prudentes en el tono y la intención con que los hacemos.
Hablemos su lenguaje. Esto no quiere decir que tengamos que hablar como adolescentes, sino que no podemos esperar, tampoco, que ellos sean como nosotros. Los jóvenes se comunican ya de forma distinta a nosotros, con códigos diferentes. Una forma de ser cercanos es tener comunicación digital con ellos, respetando su privacidad y dándoles también algo de espacio.
Estos breves consejos son la base para un camino con mejor comunicación y diálogo con nuestros hijos. Si quieres saber más, acércate a los profesionales del Colegio Sn Ángel.
Redacción Sn Ángel